viernes, 9 de octubre de 2015

Prác(tic)a 3: Qué uso le doy al ordenador

El Internet llegó con la globalización (sus orígenes se remontan a 1969) y es de muy buena utilidad, ya que de una u otra manera, se nos ha facilitado la vida... Todo el mundo tiene acceso así a vídeos, imágenes, textos, información... cuando, quien y como quiera. Suena bien...¿no? Todo es impecable hasta que recapacitamos en que situarnos ante una pantalla demasiado tiempo puede dañar nuestra vista o en que el término incluye a menores y pornografía, entre miles de cosas más.
Su uso inadecuado ha traído consigo muchas consecuencias. A veces echamos a perder nuestras capacidades; nos echamos a perder...los vicios que causa son tales que produce que las personas dejen de salir, convivir con los amigos, con la familia...y los reemplacen por seres virtuales, propios de las redes sociales. Estas últimas son las culpables de grandes males: excesiva confianza o información de más podrían ser los desencadenantes de un gran castigo tal que el ciberbullying (por el que una gran masa cae en depresión) o las estafas.



A pesar de todo esto, personalmente, me encantan las TIC.  Estar al día instantáneamente, realizar millones de operaciones en un mínimo tiempo y sin errores, poder investigar, innovar...aprender. Es fascinante.
Me atrevería a decir que las uso diariamente, ya sea para buscar información, crear una presentación en cualquiera de las múltiples plataformas que para ello hay o simplemente cotillear un poco en las redes (Instagram, Twitter, Facebook...). Además, la posibilidad de almacenar multimedia y descargar las películas o libros que se me antojen es un gran punto a favor, entre la inmensa cantidad de cosas más que hoy en día se pone a nuestro alcance.
Para seros sincera, no recuerdo cuándo fue la primera vez que usé Internet en toda mi vida, ni siquiera la que puse a funcionar un ordenador yo sola. Su evolución e inmersión en la sociedad ha sido tan grande y tan rápida que se ha convertido en un material tan indispensable que su uso nos resulta ya de lo más común. Lo que sí tengo en mente es la fecha en la que tuve el mío propio, uno con Windows XP, en las navidades del 2010, que ya se ha quedado anticuado. A esa edad, lo definí como algo "chachi" y comencé a usarlo para guardar mis fotos, imprimir imágenes... En fin, lo que cabría esperar.
Pero los tiempos cambian y a día de hoy su uso es mil veces más amplio, como ya he mencionado. Lo cual puede ser bueno o malo: hace apenas 1 mes le pregunté a mi hermana, a raíz de una charla familiar, si sabía lo que había pasado en la Guerra Civil española. Su respuesta fue que no y le sugerí que lo buscara. Estábamos en casa de mi abuela, donde todavía no hay conexión a Internet, pero sí varias enciclopedias. Así que le propuse que lo buscara en ellas. Ni siquiera sabía lo que eran y su reacción fue poner cara rara. Y es que en verdad...cuanto más parecemos saber, más nos damos cuenta de que no sabemos.
Claro que esta herramienta es útil y amena, pero hay que saber controlar o la cosa seguirá degenerando y acabaremos por convertirnos en seres totalmente dependientes.

No temo a los ordenadores; lo que temo es quedarme sin ellos - Isaac Asimov

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